ATRÁPENME SI PUEDEN

«ATRÁPENME SI PUEDEN»

«CATCH ME IF YOU CAN»

José María Otín

Publicado en QdC nº 29.

PALABRAS CLAVE / KEY WORDS

Ripperología / Procedimientos forenses / Perfil criminal / A.D.N.

Ripperology / Forensic proceedings / Criminal profile / D.N.A.

RESUMEN / ABSTRACT

Los crímenes de Jack el Destripador constituyen uno de los más conocidos misterios de la historia criminal moderna. Durante más de un siglo, investigadores de todo tipo han elaborado innumerables teorías sobre la identidad del asesino y sus motivaciones, pero son muchos los puntos oscuros en este apasionante caso, algunos de los cuales se revisan en el presente trabajo.

Jack the Ripper murders constitute one of de most well-known mysteries of modern criminal history. For over a century, many investigators have put forward a myriad of theories about the killer’s identity and motivation. However, many unanswered questions remain in this interesting case, some of which will be revised in this work.


La identidad del que por muchos criminólogos es considerado el primer asesino en serie de la época moderna, mundialmente conocido como Jack el Destripador, promete ser uno de los misterios irresolutos más famosos de la historia de la Criminología.

   A día de hoy, ni siquiera pueden precisarse las teorías sobre su identidad, puesto que más de 120 años después de sus brutales crímenes, siguen surgiendo nuevas hipótesis sobre ello. Incluso se ha acuñado un nuevo término para aludir a los estudios sobre el caso, “ripperología” (Ripper en inglés viene a significar destripador). Son innumerables los libros, estudios y artículos publicados al respecto sobre este episodio criminológico, al que habrá que añadir el que ahora, lector, tiene en sus manos…

   Una cuestión que desde la Criminología ha suscitado mucho menos interés es determinar las razones del impacto de este caso. En la historia criminal reciente los ha habido mucho más llamativos, importantes e interesantes desde el punto de vista científico que, sin embargo, han llamado mucho menos la atención de los criminólogos.

    Muy probablemente la causa sea, precisamente, el desconocimiento acerca de la identidad del culpable. En su búsqueda se han aplicado no sólo criminólogos, también policías, psicólogos, sociólogos, médicos forenses, periodistas y detectives aficionados de todo pelaje. El denominador común en todos ellos es la certeza de que aquel que pueda probar fehacientemente la identidad del escurridizo Jack se ganará una página en la historia del crimen.

    El objetivo de este breve y humilde trabajo no es aportar una nueva teoría al respecto, sino indagar, siquiera superficialmente por las limitaciones de espacio, sobre las razones que han permitido que el misterio haya perdurado hasta nuestros días.

¿CUÁNTAS VÍCTIMAS HUBO?

Si algo caracteriza este caso es la espesa niebla que lo envuelve, quizá la misma que flotaba sobre el Londres victoriano en el otoño de 1888, “el otoño del terror” como fue conocido gracias a los horribles crímenes que se cometieron en las callejuelas del deprimido distrito de Whitechapel al amparo de la noche. Resulta llamativo que, a pesar de todo lo que se ha escrito e investigado sobre el asunto, ni siquiera hay certeza sobre hechos esenciales como el número real de víctimas.

    Las tesis más serias coinciden con la investigación oficial llevada a cabo en su momento, y estiman que Jack el Destripador asesinó al menos a cinco mujeres, entre el 31 de agosto y el 9 de noviembre de 1888.

     La vinculación de estos casos nació, ya en su origen, debido a la proximidad geográfica entre todos ellos (cometidos en el mismo distrito de Whitechapel), el perfil de las víctimas (todas ellas mujeres de mediana edad, de baja clase social y dedicadas a la prostitución) y el aparentemente mismo modus operandi del criminal, que incluía la nocturnidad, el asalto por sorpresa, la muerte por heridas de arma blanca (degollamiento), la mutilación y extracción post mortem de algunos órganos y la evidencia de actos rituales. En especial esta interacción con los cadáveres llegó a sustentar algunas de las más conocidas teorías sobre la identidad del asesino, a quien se le atribuyeron conocimientos anatómicos y quirúrgicos propios desde un carnicero hasta un cirujano…

  Sin embargo, los aparentemente claros vínculos entre los cinco casos probablemente no resistirían un serio análisis científico hoy día. En aquella época, Londres ya sufría un importante problema de superpoblación generado por la inmigración y que implicó el desarrollo de importantes bolsas de pobreza y marginación social en numerosos distritos como el mismo Whitechapel; combinación que rápidamente generó unos elevados niveles de violencia, alcoholismo y prostitución. Todo ello tiene como consecuencia que los crímenes atribuidos a Jack el Destripador no fueran más allá de lo que podría considerarse como una desgraciada y vergonzante “normalidad estadística” en aquel momento histórico. De hecho, los dos primeros asesinatos de la serie establecida pasaron completamente desapercibidos a la policía en un principio, siendo considerados como “uno más” de los muchos que se cometían en las calles londinenses con aquellas mismas características.

  Como muestra de ello cabe decir que muchas de las teorías e investigaciones incluyen otros crímenes similares cometidos tanto antes como después. En especial, la propia investigación policial oficial incluyó durante algún tiempo otros cuatro homicidios más cometidos con posterioridad al de Mary Jane Kelly. Incluso ha llegado a vincularse con el mismo asesino otra serie de crímenes acontecidos con posterioridad en los que las víctimas (mujeres y algún niño) fueron brutalmente mutiladas y descuartizadas, algunas de las cuales ni siquiera pudieron ser identificadas. Estos crímenes fueron conocidos como “Los misterios del Támesis” y atribuidos a otro asesino en serie que tampoco fue jamás identificado, que fue bautizado como “El homicida del torso”.

   A ello habría que añadir que en 1888 los procedimientos de preservación, recogida y análisis de vestigios e indicios en los escenarios criminales eran inexistentes en la policía victoriana. Tan sólo diez años antes se había creado el Departamento de Investigación Criminal, que en su corta existencia arrastraba una pésima imagen pública por su desafortunada actuación en varios casos. A ello habría que añadir que se regía por unos principios excesivamente legalistas. Por ejemplo, la actuación de los agentes de paisano estaba muy restringida a determinados supuestos y con grandes limitaciones. No se realizaban inspecciones técnico policiales (el examen y procesamiento del escenario del crimen por policías especializados), y no existen por tanto registros fiables de cómo fueron encontrados los cadáveres de las víctimas del Destripador, más allá de las descripciones y recuerdos aportados en la encuesta judicial posterior por todos los que intervinieron de algún modo en el descubrimiento de los cuerpos.

  Los registros fotográficos que existen de las víctimas son fotografías tomadas tras las autopsias, de acuerdo a los usos de la época (era habitual colocar los cadáveres en una caja de madera apoyada en pared en posición vertical para realizar las fotografías), a excepción de la fotografía del cadáver de Mary Kelly tal como supuestamente fue encontrado, y que obra en los archivos policiales (Public Record Office). En varias ocasiones se hallaron vestigios que podrían estar relacionados con los crímenes y que fueron desestimados y destruidos al albur de los agentes.

     No obstante, no puede negarse que la policía se volcó en la investigación de los crímenes, aunque pudiera calificarse de errática en muchos momentos. Se entrevistó a más de dos mil personas y se investigó a cientos. Uno de los mayores obstáculos además de la falta de formación fue sin duda la injerencia política y la incompetencia de algunos de sus altos mandos, como Sir Melvin McNaughten.

¿CÓMO ERA EL ASESINO?

El hecho de que no fuera capturado constituye la base para atribuir al Destripador un perfil de asesino inteligente, frío, culto, soberbio y retador, dotado de un macabro sentido del humor plasmado en sus numerosas comunicaciones con la prensa y la policía. El perfecto retrato de un psicópata integrado, según las clasificaciones psicopatológicas al uso actual.

    Los procedimientos forenses, aun estando mucho más desarrollados que los policiales, eran todavía rudimentarios en el Imperio Británico. La medicina legal y forense en Francia y algunos países del Este de Europa iba muy por delante de la británica. No obstante, hay que precisar que en la época de los crímenes todavía no se había desarrollado el análisis diferencial de sangre humana o animal, que llegó en 1901 de la mano de Uhlenhuth. Y la policía inglesa no implantó su primer Departamento de Identificación mediante huellas dactilares hasta ese mismo año.

    No obstante, alguno de los médicos que realizaron autopsias a las supuestas víctimas resultó ser buen profesional y adelantado a su época. De hecho, puede decirse que el Dr. Bond ofreció los primeros perfiles criminológicos de la moderna criminología. Basándose en sus observaciones medicolegales, el Dr. Bond no sólo llegó a la conclusión de que los cinco crímenes eran obra de la misma persona, sino que intuyó el significado psicológico de las acciones del homicida y ofreció un retrato del mismo, si bien influido por las tendencias médico psiquiátricas de la época.

   Cabe destacar la rotunda oposición del Dr. Bond acerca de la teoría sobre la destreza del asesino con el cuchillo y su posesión de conocimientos anatómicos o quirúrgicos. Basándose en esta teoría de los conocimientos anatómicos o quirúrgicos se ha descrito al asesino como un médico o cirujano, pero también como un simple matarife o carnicero.

 Afortunadamente se conserva en los archivos históricos bastante información sobre las lesiones descritas en las autopsias. Sin embargo, la interpretación de estos datos está lejos de despejar dudas acerca del autor de los crímenes, pues se ha argumentado tanto que eran obra de un psicópata al que gustaba llevarse “recuerdos” de sus víctimas en forma de partes de órganos o miembros, como que sus actos eran una orgía de sangre propia de un asesino desorganizado afectado de una aguda enfermedad mental.

   Uno de los perfiles del Destripador más llamativo es el trazado por la afamada escritora de novelas policíacas Patricia Cornwell. En su libro Retrato de un asesino. Jack el Destripador, caso cerrado (2003), define al asesino como un hombre culto y refinado, muy inteligente, enormemente narcisista y maestro del disfraz, aquejado de una deformidad en sus órganos genitales que afectó a su personalidad despertando un odio visceral hacia las mujeres; claramente contrapuesto, por ejemplo, al de un vulgar (en su aspecto) matarife judío propuesto por otro famoso escritor del tema, Robin Odell.

    Y no faltan teorías que indican que Jack el Destripador era en realidad “Jill la Destripadora”, atribuyendo su identidad a una partera de la época, provocadora de abortos, que a causa de esa actividad había padecido prisión y a su salida el rencor acumulado se materializó en los horrendos crímenes…

    Respecto al aspecto físico del asesino, hace unos años el ex comisario jefe de Scotland Yard y estudioso del caso John Grieve, seleccionó las trece descripciones más fiables de testigos que afirmaron verle, componiendo con la ayuda del más potente software un retrato robot de Jack como un hombre de pelo y bigote negro, cejas espesas, cara angulosa y de edad comprendida entre 25 y 35 años.

¿CUÁNTAS CARTAS SON REALMENTE SUYAS?

Se conservan casi doscientas cincuenta cartas o escritos dirigidos a la policía, la prensa o algunas personalidades de la época atribuidas al Destripador. Pero no se sabe cuántas salieron de su mano realmente, pues los escritos cuya falsedad se constató se cuentan por centenares.

 Asimismo se conservan documentos escritos procedentes de muchos lugares de Inglaterra, pero también de Francia, Portugal y Estados Unidos. Hubo un tiempo tras la abrupta interrupción de la serie de asesinatos que la hipótesis más generalizada para explicar este hecho es que el homicida había huido al extranjero ante la presión policial, algo a todas luces muy improbable.

   La certeza de la autoría de algunos escritos podría haber arrojado alguna luz sobre la personalidad del Destripador a través de análisis grafopsicológicos, pero hasta la fecha ha resultado imposible determinar científicamente esta circunstancia. La escritora Patricia Cornwell invirtió grandes sumas de dinero en contratar a expertos en papel, tintas, pericia caligráfica, química y documentoscopia para analizar parte de esa abundante correspondencia y llegar a la conclusión de que su autor fue, sin duda alguna, quien su investigación identifica como el artista William Sickert.

  Esta afirmación, como la misma autora reconoce, no puede considerarse científicamente probada; aunque sí el hecho de que la sustancia que aparentaba ser sangre impregnada en algunas de las misivas no era más que una mezcla de barnices y pinturas usadas en la época.

   Una de las pautas detectadas en muchos de estos mensajes es una socarronería insultante, cuyo blanco solían ser los investigadores encargados del caso. En una de estas cartas, recibida por la policía en 1889, firmaba: «Suyo hasta la muerte, Jack el Destripador. Atrápenme si pueden”.

¿QUIÉN ERA JACK EL DESTRIPADOR?

El número de candidatos es en realidad incalculable. Entre los más famosos se encuentran el abogado deprimido Montague Druitt, el médico ruso Michael Ostrog, el aristócrata Duque de Clarence en compañía del insigne médico Sir William Gull en una increíble conspiración con embarazos y abortos reales de por medio, el artista William Sickert o el tristemente anónimo matarife judío de origen polaco.

 En 2014, el mayor aliado de la investigación criminal actual, el A.D.N., proporcionó una nueva identidad al Destripador, identificado como Aaron Kosminski, un emigrante polaco aquejado de una grave esquizofrenia paranoide, a través de análisis genéticos de restos de semen encontrados en una prenda que supuestamente portaba una de sus víctimas. Kosminski figuró durante un tiempo entre los sospechosos de la policía en la época de los crímenes, y finalmente descartado por falta de pruebas. Pero no faltan críticas científicas a estos resultados, que impiden despejar definitivamente la incógnita.

  Entonces, ¿quién era Jack el Destripador? Uno de los más famosos “destripadorológos”, el escritor Don Rumbelow, ilustró magistralmente el misterio cuando acertadamente dijo que la respuesta será siempre «tal vez». Así pues, Jack el Destripador sigue permaneciendo envuelto en la bruma del caso, y su desafío expresado en el título de este artículo sigue plenamente vigente más de un siglo después.

 

 

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