1961, LA PRIMERA OPERACIÓN POLICIAL CONTRA ETA

Gaizka Fernández

Publicado en QdC nº 40.

PALABRAS CLAVE / KEY WORDS

ETA / Tren / 1961 / Terrorismo / País Vasco.

ETA / Train / 1961 / Terrorism / Basque Country.

RESUMEN / ABSTRACT

El 18 de julio de 1961 ETA realizó sus primeras “acciones” reivindicadas: el infructuoso descarrilamiento de un tren de “excombatientes” vascos que iban a San Sebastián y la quema de dos banderas rojigualdas. Algunos de los errores que cometieron sus activistas permitieron a la Policía no solo descubrir la existencia de la propia ETA, desconocida hasta entonces, sino también detener a una treintena de los miembros de su rama de acción.

ETA made its first claimed “actions” on 18 July 1961: the unsuccessful derailment of a train of Basque ex-combatants who were going to San Sebastian and the burning of two Spanish flags. Some of the mistakes committed by their activists allowed the police not only to discover the existence of ETA itself, unknown until then, but also to detain thirty members of its branch of action.


INTRODUCCIÓN

A finales de 1958 jóvenes nacionalistas vascos radicales que habían roto con el PNV crearon una nueva organización: ETA, Euskadi ta Askatasuna (Euskadi y Libertad). Su objetivo era conseguir un estado independiente y monolingüe en euskera. Interpretando la Guerra Civil como una invasión extranjera y acusando a la generación de sus mayores de pasividad e inoperancia, cuando no de haberse acomodado a la dictadura, los etarras estaban convencidos de que era necesario practicar algún tipo de “lucha armada”. Su Libro blanco (1960) establecía que “la liberación de manos de nuestros opresores requiere el empleo de armas cuyo uso particular es reprobable. La violencia como última razón y en el momento oportuno ha de ser admitida por todos los patriotas” [1]. No es de extrañar que desde el principio este grupo se dotara de una rama de acción, conocida como sexta, que se estrenó en otoño de 1959 colocando explosivos caseros en el Gobierno Civil de Vitoria, la comisaría de Policía de Bilbao y el diario Alerta de Santander. No hubo víctimas. Y tampoco ETA reivindicó aquellos atentados, que las FOP, Fuerzas de Orden Público, atribuyeron a las juventudes del PNV. Tanto las autoridades policiales como el grueso de la población desconocían la existencia de ETA, que durante casi dos años se limitó a tareas de captación y propaganda.

EL 18 DE JULIO DE 1961

En 1961 ETA anunció en su publicación Zutik que iba a dar un salto cualitativo: “La Resistencia Vasca se prepara para una nueva fase de gigantescas proporciones. Preparémonos todos para la gran hora que se acerca”. La rama sexta planificó una maniobra doble “para tantear y hostigar de nuevo a la represión gubernamental franquista” [2], que se llevaría a cabo en San Sebastián. La fecha elegida no podía ser más emblemática: el 18 de julio de aquel año, XXV Aniversario del “Alzamiento” que había dado lugar a la Guerra Civil.

La documentación de ETA, la causa judicial y los boletines de la Brigada de Investigación Social nos permiten reconstruir los hechos, que se desarrollaron en varios escenarios. Por un lado, entre las siete y las diez y media de la mañana los etarras Rafael Albisu [3], que era ingeniero industrial, Manuel Laspiur y David López Dorronsoro quitaron 18 tirafondos y aflojaron otros 16 del kilómetro 53,8 de la vía férrea Bilbao-San Sebastián, a unos sesenta metros de la salida del túnel de Ayete, desplazando el rail unos 4 centímetros. Pretendían hacer descarrilar un tren de “excombatientes” guipuzcoanos del bando franquista, que iban a San Sebastián para unirse a la conmemoración de la efeméride. Por otro lado, a la tarde, integrantes de ETA quemaron un par de banderas rojigualdas: a las 15:30, tras ser incapaces de hacer lo propio con la que ondeaba en el mástil de la Sociedad de Caza y Pesca Basollua, Ignacio Balerdi y César Eduardo Ferrán dieron fuego a una enseña situada en un gallardete cerca del Hotel Londres; y a las 18:30 Félix Arrieta Juaregui, a otra que colgaba del balcón del Colegio Oficial de Agentes Comerciales de Guipúzcoa.

  Se trataba de un acto de venganza simbólica contra el aborrecido enemigo que había derrotado a los gudaris (soldados), los miembros de los batallones nacionalistas vascos de la Guerra Civil, de quienes los etarras se proclamaban los legítimos herederos. Asimismo, las acciones del 18 de julio suponían una advertencia para el sector de la sociedad vasca que apoyaba el régimen de Franco. ETA, “en su decisión de hacer justicia empezando ‘por casa’, acordó actuar contra estos traidores a Euzkadi”. Los veteranos ultranacionalistas exiliados en América Latina saludaron con entusiasmo aquel “día glorioso en los anales de nuestra Patria”, ensalzando a ETA como “la nueva generación de gudaris”. “Los vascos del mundo entero se conmovieron de emoción y fueron felices al enterarse de vuestra hazaña (…). Sois un ejemplo y guía para un futuro cercano, sois dignos de vuestros hermanos que cayeron por los años 36 y 37. ¡¡Gudaris de la Resistencia, el futuro de Euzkadi está en vuestras manos; vuestro pueblo vasco os quiere con fervor y os admira!!”. De igual manera, las juventudes del PNV, aunque sin citar su militancia en ETA, alabaron a aquellos “gudaris del silencio, a la Resistencia Vasca” [4].

  Aquellas acciones habían sido calificadas en Zutik como una “gesta, el hito luminoso, el testimonio incontrovertible de la voluntad de vida de nuestro Pueblo” [5]. Ahora bien, “la gran hora” todavía no había llegado. El plan de los etarras se saldó con un fracaso, ya que ni la quema de banderas interrumpió la conmemoración franquista ni se produjo ningún descarrilamiento. A lo largo del día el tren de los “excombatientes” y otros posteriores pasaron por el tramo afectado sin inconveniente. La circulación no se cortó hasta que a las 18:30 un vigilante descubrió los desperfectos en la vía. La avería no tardó en repararse. La Compañía de Ferrocarriles Vascongados calculaba que “el importe de daños y gastos causados” por el “sabotaje frustrado” había ascendido a 671,04 pesetas (unos 150 euros actuales).

  Cerca de donde Félix Arrieta había quemado la bandera del Colegio Oficial de Agentes Comerciales de Guipúzcoa se encontró “un isopo consistente en un palo con algodón en una punta, con muestras de haber sido impregnado con algún líquido inflamable”. Un anónimo testigo había anotado el número de la matrícula de la motocicleta del etarra, que había utilizado su propio vehículo porque uno de sus camaradas, encargado de robar otro, no se había presentado a la hora convenida. “A su regreso a Eibar”, se relata en Documentos Y, Arrieta se tropezó con su compañero de comando que estaba tomando ‘txikitos’ con absoluta normalidad, sin que siquiera le preguntase o hiciese algún comentario justificándose”. Conociendo su matrícula, a la Brigada de Investigación Social le resultó sencillo localizar al sospechoso, que fue arrestado a las doce de la noche del mismo 18 de julio. La mano izquierda del activista de ETA presentaba quemaduras de segundo grado, lo que fue tomado como una prueba de su implicación en los hechos. Tirando del hilo de Arrieta, las FOP fueron deshaciendo la madeja. Por una parte, se descubrió la existencia de ETA. Por otra, se detuvo a una treintena de personas. No obstante, la red policial tuvo agujeros, ya que uno de los etarras más destacados, López Dorronsoro, consiguió fugarse a Francia. Ese fue el mismo camino que unos meses después tomarían Julen Madariaga y otros dirigentes de la organización cuando obtuvieron la libertad provisional. Aquellas huidas fueron clave para la supervivencia de ETA, pero en aquel momento no preocuparon a las autoridades, que hasta 1968 seguirían considerando a la banda un asunto menor. Su auténtica obsesión era el Partido Comunista. Además, difícilmente se podía considerar una amenaza a un grupo cuyo arsenal consistía en propaganda, revistas como Zutik o Irrintzi y “tres llaves inglesas de gran tamaño”, utilizadas para sacar los tirafondos [6].

   El 28 de octubre de 1961 varios miembros de ETA fueron juzgados en consejo de guerra. Siete de ellos fueron condenados a penas que iban desde los veinte a los cinco años de prisión, así como a pagar el coste de las banderas y de la reparación de la vía férrea.

   En un documento interno, escrito unos años después por Julen Madariaga, se reconocía que en aquella ocasión ETA había recibido “tal golpe que le harán falta muchos meses para recuperarse” [7]. La organización fue prácticamente barrida de Guipúzcoa. Según los Documentos Y, si bien Vizcaya apenas había sido afectada por las redadas policiales, “la desbandada fue general, hasta el punto de reducirse toda la militancia a dos miembros en la margen izquierda de la ría y a otros dos en la margen derecha”. Las caídas afectaron tanto a la estabilidad del grupo que un puñado de sus integrantes cuestionaron la idoneidad de la “lucha armada”. Quizá dichas discrepancias estuviesen detrás del ambiguo tratamiento de la violencia que se plasmó en los “Principios” de la I Asamblea de ETA (1962): “se deberán emplear los medios más adecuados que cada circunstancia histórica dicte”. De cualquier manera, el debate fue breve, ya que la mayoría de los miembros del colectivo eran partidarios de emplear las armas. Desde su punto de vista, se trataba del único instrumento efectivo para enfrentarse a la ocupación “extranjera” y detener el “genocidio” que estaba sufriendo Euskadi [8].

CONCLUSIONES

Según el antiguo dirigente etarra Juan José Etxabe (Haundixe), lo sucedido en julio de 1961 hizo que se llegara a la “conclusión de que habíamos querido correr antes de aprender a andar, que aún no estábamos preparados para hacer acciones y escapar a la represión de la Policía” [9]. A partir de entonces la organización fue dando pasos con más prudencia. Al fin y al cabo, tenía que salvar obstáculos importantes: la ausencia de una tradición insurreccional en el nacionalismo vasco, los escrúpulos religiosos y morales de parte de su militancia, las dificultades de orden material (entrenamiento, información, dinero, armamento, etc.) y la propia voluntad humana.

Hasta que no contó con medios materiales, un modelo organizativo y estratégico propio, y la clara determinación de impulsar una “guerra revolucionaria”, ETA no empezó a cometer asesinatos. El 7 de junio de 1968 acabó con la vida del guardia civil José Antonio Pardines; y el 2 de agosto con la del inspector Melitón Manzanas, de la Brigada de Investigación Social, cuyo nombre ya aparecía en una de las primeras listas negras de la banda, redactada, precisamente, después de las caídas de julio de 1961. A partir de entonces se desató una espiral de violencia terrorista cuyo saldo arroja más de ochocientas víctimas mortales: 853, según el Ministerio del Interior; 845 [10], según los cálculos de Raúl López Romo, quien añade un mínimo de 2.533 heridos (de ellos 709 con gran invalidez), 15.649 amenazados (en el período 1968-2001) y un número desconocido de exiliados forzosos, extorsionados y damnificados económicamente.

BIBLIOGRAFÍA

Aizpuru, M. (2016). “¿El primer informe policial sobre ETA? Los archivos franquistas como fuente para la investigación histórica”, Sancho el Sabio, nº 39, pp. 223-251.

Elorza, A. (coord.) (2000). La historia de ETA. Madrid: Temas de Hoy.

Fernández, G. (2016). La voluntad del gudari. Génesis y metástasis de la violencia de ETA. Madrid: Tecnos.

Fernández, G. (2017). “Otoño del 59. Los ‘primeros pinitos’ de ETA”, Grand Place, nº 8, pp. 197-207.

Fernández, G. y Domínguez, F. (coords.) (2018). Pardines. Cuando ETA empezó a matar. Madrid: Tecnos.

Garmendia, J. M. (1996). Historia de ETA. San Sebastián: Haranburu.

Hordago, Equipo (1979-1981). Documentos Y. San Sebastián: Hordago, 18 vols.

Jáuregui, G. (1985). Ideología y estrategia política de ETA. Análisis de su evolución entre 1959 y 1968. Madrid: Siglo XXI.

López Romo, R. (2015). Informe Foronda: los efectos del terrorismo en la sociedad vasca (1968-2010). Madrid: Los Libros de la Catarata.

Ugarte, J. (coord.) (2018). La bolsa y la vida. La extorsión y la violencia de ETA contra el mundo empresarial. Madrid: La Esfera de los Libros.


[1] Si no se indica lo contrario, las citas de la documentación interna de ETA están extraídas de Documentos Y.

[2] Zutik, 20-XI-1961. Zutik (Caracas), nº 13, 1961.

[3] Su hijo, Mikel Albizu Iriarte (Mikel Antza), sería uno de los máximos dirigentes de ETA hasta su detención en 2004.

[4] Zutik (Caracas), nº 13, 1961. Euzkadi Azkatuta, IX-1961. Gudari, nº 3, VI-1961.

[5] Zutik, 20-XI-1961.

[6] “Causa nº 118/61”, San Sebastián, 1968, Archivo Intermedio Militar Noroeste, Fondo del Tribunal Militar Cuarto, Guipúzcoa. Boletines de la Brigada de Investigación Social de 1961, Archivo Histórico Nacional, FC-Ministerio de Interior, Policía H, expediente 53102.

[7] “Origen y desarrollo de ETA”, X-1964, Lazkaoko Beneditarren Fundazioa, ETA/ 002, 08.

[8] “Principios”, V-1962, Lazkaoko Beneditarren Fundazioa, ETA/ 005, 13. Zutik, IV-1961, XII-1961/I-1962, nº 8, XII-1962, nº especial Aberri Eguna, 1963, y nº 12, 1963.

[9] Interviú, 13 al 19-VII-1978.

[10] http://www.europapress.es/nacional/noticia-censo-interior-reconoce-10181-victimas-terrorismo-cifra-853-asesinados-eta-20170618102154.html

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