LA FALACIA DE LOS LOBOS SOLITARIOS YIHADISTAS

 

“LA FALACIA DE LOS LOBOS SOLITARIOS YIHADISTAS”

Luis Miguel Sánchez

Publicado en QdC nº 36.

En la actualidad, la mayoría de la población ha escuchado hablar de los denominados “lobos solitarios” (lone wolf) incluso, si se encuestara a la ciudadanía, muchos se atreverían a afirmar que nuestras sociedades están invadidas por las acciones de este tipo de individuos –en relación con problemática terrorista–. Ahora bien, nada más allá de lo que algunos medios de comunicación –ayudados por ciertas personalidades y figuras de autoridad– han tratado de proyectar, imagen que no guarda correspondencia con la realidad del fenómeno.

   Si se acude al Diccionario LID de Inteligencia y Seguridad –una de las obras de referencia en estas materias escrita en lengua castellana- en busca una definición de “lobo solitario”, se halla lo siguiente:

   «individuo que acomete un proceso de radicalización violenta en solitario y que prepara y perpetra un acto de terrorismo sin el apoyo o colaboración de persona alguna, prescindiendo de la cobertura que proporcionan las redes organizativas presentes en aquellos actos terroristas planificados por grupos o varios activistas, lo que dificulta enormemente su detección por las agencias de seguridad».

(Díaz et al., 2013, p. 180)

Ilustración 1. Guía sobre el atentado de Niza publicada por «Al Malaheem» (AQAP).

   De la definición presentada es posible extraer distintos elementos. El primero es el abanico de fases que contempla, diferenciando entre: (1) proceso de radicalización violenta; (2) preparación; y (3) perpetración. El segundo elemento que puede observarse es el relativo a la dimensión del curso de estas etapas, indicándose que deben discurrir en soledad. Al calificar una acción de “solitaria”, se está dotando de mayor profundidad que cuando es tildada de “individual”. Una práctica puede ser individual, si es ejecutada por un sujeto, pero no ser solitaria, si en su ejecución se halla acompañado o rodeado por otros que pueden cumplir diferentes funciones (formación, soporte, logística, etc.). En este aspecto se puntualiza que se excluyen de este calificativo todos aquellos terroristas que reciban algún tipo de apoyo o colaboración de otras personas o cobertura por parte de algún grupo, sin que necesariamente –este– tenga que estar oficialmente calificado como terrorista o presentar un elevado número de integrantes entre sus filas. Por último, se hace referencia a que estas circunstancias –desde el punto de vista de los agentes de seguridad– constituyen un hándicap para la detección de este tipo de actores.

 En un regreso al análisis de los periodos que debe atravesar sin ningún tipo de acompañamiento ni vínculo un lobo solitario, el primero de ellos es la radicalización violenta. La Comisión Europea (2002) entiende por radicalización violenta el «fenómeno en virtud del cual las personas se adhieren a opiniones, puntos de vista e ideas que pueden conducirles a cometer actos terroristas» (Moyano y Trujillo, 2013, p. 4-5). En términos generales se habla de radicalización no como un estado del individuo sino como un proceso continuado en el que el individuo –en un momento determinado– alcanza una posición radical dentro de una ideología. Si durante curso de esta etapa el potencial terrorista se adhiere a grupos de reunión –bien sea mediante contacto físico o cibernético– o establece vínculo con un agente de radicalización, que no necesariamente tiene que ser una gran figura del movimiento (en ocasiones es un familiar, amigo, compañero, etc.), no cumplirá los requisitos dispuestos para la tipología de “lobo solitario”. Es muy difícil encontrar terroristas que en algún momento de su radicalización violenta no mantengan lazos con otras personas afines a la ideología que persiguen. Si durante dicho proceso –o con anterioridad al mismo (a pesar de que no sea lo más habitual)– el individuo es reclutado por una organización terrorista, automáticamente y –como resulta evidente– será excluido del tipo relacionado.

   La segunda de las fases contemplada es la preparación, que puede ser entendida como el conjunto de acciones encaminadas a disponer los medios y condiciones necesarios para facilitar la ejecución efectiva de un hecho (en el caso de estos “lobos solitarios”, un ataque terrorista). De tal forma que si en el curso de esta etapa el potencial atacante recibe una ayuda o colaboración esencial de parte de otra persona o grupo, una figura que podría equipararse a lo que –en términos legales– se entiende como inductor, cooperador necesario o cómplice, ya no se estaría desarrollando en solitario. Si se realiza un análisis superficial del modus operandi empleado en los atentados que son atribuidos a “lobos solitarios” se puede comprobar –con cierta facilidad– que en la mayoría de los casos siguen procedimientos análogos presentados y fomentados a través materiales publicitarios escritos, gráficos y/o audiovisuales construidos por organizaciones terroristas. En base a esta realidad, es posible entender que existe una inducción –llevada a cabo de manera más o menos explícita– a la acción por parte del grupo terrorista en general o una determinada figura del movimiento.

Ilustración 2. Imagen mostrada en un grupo de Telegram dedicado a «lobos solitarios».

  El ciclo finaliza con la ejecución del ataque por el potencial actor solitario. Esta etapa es a la que se adaptan la mayoría de terroristas calificados “lobos solitarios”, aunque es tal el nivel de estupidez que –en ocasiones– el desconocimiento puede conducir a presentar como tales a sujetos que actúan en pareja o grupos. Como ejemplo ilustrativo de lo citado anteriormente pueden encontrarse artículos en prensa sobre Dzhojar y Tamerlán  Tsarnaev, autores del atentado en la maratón de Boston el 15 de abril de 2013 en los que son encuadrados como “lobos solitarios”.

   A modo de análisis sintetizado, en base a lo expuesto anteriormente, la mayor parte de los terroristas etiquetados como “lobos solitarios” cumplen –únicamente– el haber ejecutado la acción en soledad, presentando vínculos con otras personas o grupos en –al menos– una de las fases anteriores. Como dato más concreto, se considera que dentro de las fronteras de la Unión Europea son escasos los ataques vinculados al terrorismo yihadista podrían encontrarse bajo la autoría de “lobos solitarios” (probablemente –tan solo– dos).

    En relación con aquellos terroristas que llevan a cabo sus ataques en solitario, a pesar de que en otras fases como la radicalización o la preparación se hayan encontrado acompañados por otros, parece existir un amplio consenso entre expertos y estudiosos de la materia acerca de denominarlos “terroristas individuales”. Este tipo de actores ejecutan su acción en solitario, en gran parte de los casos, debido a las directrices (más o menos directas) de una organización o líder con cuyo ideario se sienten identificados y al que juran lealtad. De tal manera que encuadran su ataque dentro de la línea de actuación de un grupo superior, concibiéndolo como una aportación personal a la causa mayor perseguida por la organización terrorista. El hecho de que un grupo terrorista asuma –o no– la autoría de un atentado o cadena de atentados dependerá de diversos factores, que no solo atañan a los lazos o relaciones existentes entre la entidad y el causante.

  Entre las especiales dificultades con las que las fuerzas y cuerpos de seguridad –y otros agentes de lucha contra el terrorismo– se topan a la hora de detectar a los terroristas que operan como “lobos solitarios” se halla –fundamentalmente– la de no existir posibilidad de llegar a su existencia a través de nexos con otros individuos que comparten un discurso anclado en el radicalismo violento. En un buen número de casos la detección de un terrorista está facilitada por su inserción en una célula –de la que uno o varios integrantes han sido monitorizados– o debido al mantenimiento de comunicaciones (físicas o electrónicas) con sujetos que cumplen funciones de reclutamiento, logística, nexo entre células, etc. Sin embargo, estos aspectos –como puntos débiles del terrorista en relación a su identificación– son suprimidos por los “lobos solitarios”, aumentando la probabilidad de lograr llegar hasta la ejecución de la acción. Las grandes organizaciones terroristas son conocedoras de esta circunstancia y –no en vano–, en el año 1994, el libro titulado Llamada a la resistencia islámica global (cuya autoría se atribuye a Mustafá Setmarian) ya recogía que la yihad debía ser ejecutada de forma individual o en grupos pequeños para pasar desapercibida al trabajo de la lucha antiterrorista (Pérez Ventura, 2014).

Ilustración 3. Páginas del nº13 de la revista Inspire, publicada por “Al Malaheem” (AQAP), en ellas se resume cómo fabricar de forma sencilla un artefacto explosivo.

   Para finalizar cabe resaltar que la terminología “lobo solitario” esconde, para los terroristas, un carácter laudatorio y elogioso. Estos individuos entregados –en muchas ocasiones– al martirio conciben la etiqueta como un reconocimiento de su heroicidad. En algunos lugares, la palabra “lobo” es empleada para hacer referencia a una persona sensualmente atractiva o a un sujeto astuto (RAE, 2016) pero –más allá de esto– el lobo es un animal en el que se puede ver representada la supervivencia en un entorno salvaje repleto de humanos que tratan de darle caza. Este animal encarna la garra y, en sus acciones predatorias, proyecta sus ataques contra seres indefensos.

  En conclusión, debe evitarse etiquetar incorrectamente a los terroristas con tipos que no corresponden a sus circunstancias o formas de operar. De lo contrario, se generará una imagen equivocada del fenómeno y –en este caso en particular– se encumbrará a unos individuos que a través de la violencia y el radicalismo suponen una de las amenazas más graves para las sociedades democráticas.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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