UN FORAJIDO DE NOVELA

«UN FORAJIDO DE NOVELA»

Carlos Pérez Vaquero http://archivodeinalbis.blogspot.com.es/

Publicado en QdC nº 5.

Si se pregunta qué tiene que ver el escritor aragonés Ramón J. Sender con Billy el Niño –el conocido bandido del salvaje oeste americano– la respuesta es una buena historia que reúne a dos personajes tan distintos como distantes.

Billy el Niño

Lejos de la visión idealizada que nos ha dejado el cine; aquel forajido que (…) tenía nervios fríos y la ausencia completa de miedo de los que han aceptado de antemano la muerte fue, según los expertos que lo estudiaron, un tipo inclasificable, linfático, con ojos de comadreja, pecho hundido, hombros caídos y aspecto repulsivo, con una clara apariencia externa de cretino que cometió su primer asesinato con tan sólo 13 años y que, a los 21 –cuando murió en el famoso duelo con el sheriff Pat Garrett– ya había matado a 27 personas sin contar a los indios, como se decía, despectivamente, en el siglo XIX.

   William H. Bonney nació el 23 de noviembre de 1859 en Nueva York (…) en tiempos en que los tranvías arrastrados por caballos eran una novedad. Siendo niño, emigró con su hermano y su familia a Kansas y Colorado pero, al poco tiempo, su padre murió de pulmonía y Kathleen, su madre, se volvió a casar con un buen hombre llamado Antrim que los llevó a buscar fortuna a Nuevo México. Allí se crió el adolescente en las peores tabernas de la frontera, entre ladrones y proscritos del territorio neomexicano que, por aquel entonces, era una tierra donde el rifle imponía su ley. Recordemos que en 1846, el general Kearney ocupó a la fuerza esta parte de norte de la República de México hasta que se reconoció la soberanía de Estados Unidos en 1848 con el Tratado de Guadalupe-Hidalgo; aun así, este territorio –uno de los que tienen más personalidad del país– no se convirtió en Estado hasta 1912.

  La carrera criminal de aquel joven adolescente se caracterizó por sus continuos actos de violencia, sin motivo aparente, que lo convirtieron, a los ojos del público, en una suerte de nuevo Robin Hood y en personaje habitual de novelas, baladas y crónicas de la prensa de aquel entonces. Capturado en 1880 fue condenado a la horca pero logró escapar de la cárcel matando a dos alguaciles. El sheriff Garrett lo encontró el 14 de julio de 1881 en el Rancho Maxwell y logró abatirlo con un disparo de su colt. Había matado al criminal pero había nacido el mito.

Ramón J. Sender        

Al otro lado del Atlántico, Ramón José Sender –el propio autor tuvo que explicar a un periodista que su apellido se pronunciaba /sendér/ en lugar del habitual /sénder/ al que todos nos hemos malacostumbrado– nació en 1901 en Chalamera, un pequeño pueblo agrícola y ganadero de la comarca del Bajo Cinca, en Huesca.

   Suele decirse que las vivencias personales son la mejor fuente de inspiración para un escritor; en el caso de Sender, esta afirmación es evidente: basta con echar un vistazo a su bibliografía –desde Imán y Crónica del Alba hasta sus novelas del exilio– para saber cómo, cuándo y dónde vivió el autor en cada momento. Toda su producción literaria es un fiel reflejo de su vida y, aunque se trata de obras de ficción, podemos decir que, leyéndolas, nos convertimos en testigos de gran parte de los acontecimientos que sucedieron en el siglo XX.

  Instalado en Madrid con apenas 17 años, el joven escritor comenzó a firmar sus primeros cuentos y artículos periodísticos –ya con el nombre de Ramón J. Sender– mientras se ganaba la vida como boticario en una farmacia. En el Ateneo de la capital conoció a Valle Inclán y Miguel de Unamuno y, según cuentan sus biógrafos, alguna noche tuvo que dormir al raso en el Parque del Retiro donde coincidió con otro aragonés universal: Luis Buñuel.

  A partir de entonces su vida se llenó de elementos dignos de un serial: sobrevivió a la epidemia de gripe de 1918; luchó en la Guerra de Marruecos (1922); demostró sus simpatías por la CNT en la polémica Viaje a la aldea del crimen (1934); ganó el Premio Nacional de Literatura (1936) con la novela Mister UIT en el Cantón donde narraba el cantonalismo que llevó a Cartagena (Murcia) a proclamar su independencia de la I República Española; se afilió al Partido Comunista; se casó con la madre de su primogénito; nació su hija pequeña; los nacionales fusilaron a su esposa en Segovia y terminó exiliándose primero en Francia y luego en América por culpa de una Guerra Civil que dejó demasiadas ausencias en ambos bandos (García Lorca, Muñoz Seca, etc.).

   A lo largo de sus obras, Sender siempre destacó por “novelar” la historia –desde su infancia en Aragón hasta la Corte de los Emperadores de Bizancio o la vida del conquistador Lope de Aguirre– con un realismo muy riguroso y una magnífica recreación de escenarios; todo ello sin perder un marcado sentido del ritmo que convierte sus relatos en una lectura muy entretenida para todo el público.

El bandido adolescente

Fue durante su estancia en Nuevo México –donde trabajó casi 20 años como profesor de literatura española– cuando Sender descubrió el mito de Billy el Niño (…) cuyo cráneo me enseñaron en varias aldeas creyendo en todas ellas poseer el verdadero y genuino; un personaje que, a mediados del siglo XX, ya se había convertido en un auténtico héroe mestizo por sus orígenes –el East Side de Nueva York– y su vida, criado entre cuatreros neomexicanos, con los que se defendía en un correcto castellano mientras robaba caballos, jugaba al “monte” con las cartas y mataba apaches.

   Aquel ladrón y asesino se convirtió en el protagonista de El bandido adolescente (1965), una magnífica novela en la que Sender puso en boca del protagonista que Matar a un hombre no es ofenderlo. La muerte la lleva todo el mundo en la sangre desde que nace. Lo único que hacemos es adelantarle la fecha a nuestro enemigo para impedir que él haga lo mismo. (…) Es la vida la que nos mata a todos y adelantar la fecha o atrasarla no quiere decir gran cosa.

   Con un estilo muy cercano al periodismo, el autor nos va narrando la vida de aquel joven pistolero que tenía mejillas como las de una niña, desde el momento en que inició su carrera criminal en Silver City, matando con un cortaplumas al hombre que piropeó a su madre, hasta su muerte a manos del sheriff Garrett.

La bala le dio al Kid en el pecho, encima del corazón, cortándole la aorta. Billy cayó al suelo y se le oyó respirar y toser (…) luego el silencio para siempre.

  El alcalde de Fort Summer calificó la muerte de homicidio justificado y el incidente quedó legalmente resuelto.

  Como era de esperar, el mito de aquel cuatrero –que terminó fascinando a escritores, músicos y directores de cine– también se rodeó de su propia leyenda urbana y hay quien piensa que el gatillo más rápido del Oeste escapó de la muerte en Fort Summer (1881) –compinchado con el propio sheriff Pat Garrett– y que murió en Texas en 1950, después de vivir medio siglo trabajando en los rodeos.

   En cuanto al otro protagonista de nuestra historia, Sender falleció en San Diego (California) en 1982, poco tiempo después de renunciar a la nacionalidad estadounidense pero sin ver cumplido el sueño de regresar a su tierra.

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